Aceleración y tiranía del presente: la metamorfosis en las estructuras temporales de la modernidad
Sinopsis
La velocidad llama nuestra atención, produce excitación, nos saca del aburrimiento (ennui), nada es aburrido si es lo bastante rápido. La velocidad es la bendición (y la maldición) de la Edad Moderna, hallamos la contemplación (propia de las sociedades tradicionales) substituida por la sensación, la simultaneidad, la inmediatez y el impacto. La velocidad es una nueva forma de éxtasis, una intensificación de la existencia. Todo lo que hacemos lo hacemos más rápido de lo que acostumbrábamos. Amamos la velocidad, ir más rápido hasta el punto de inducir el miedo produce una gran descarga de adrenalina, sin ninguna duda la velocidad es la diosa de estos tiempos; dicho en términos más sociológicos, el tiempo hoy es una función de la velocidad, perceptible solo en términos de su tasa o velocidad como tal, como le ocurre al dinero que no es otra cosa que su valor funcional, el dinero no solamente tiene una función sino que es una función. Cuanto más dinámico es el entorno en el que vivimos y más complejas y contingentes resultan las cadenas de acontecimientos y los horizontes de posibilidad configurados, más difícil resulta compatibilizar las actividades que realizamos y las decisiones que tomamos dentro de cronogramas sobrecargados de demandas de todo tipo.